El problema de ser superdotado


Cuando a una familia se le comunica que su hijo tiene un coeficiente intelectual alto, más elevado que la media, se abre un horizonte de esperanzas y un futuro repleto de éxitos personales, académicos y profesionales. Pero la realidad de estos niños, que tienen una inteligencia que se sale de la normalidad impuesta, es diametralmente opuesta a lo que la familia espera tras la noticia. La falta de apoyo en los colegios, la inexistencia de recursos por parte de las administraciones y el reiterado incumplimiento de la legislación educativa por parte de los centros convierte a los niños con alta capacidad en personas con serios problemas de desarrollo que pueden conducir, paradójicamente, al fracaso escolar.

Los niños con alta capacidad son vistos por la sociedad de dos maneras muy diferentes. Por un lado, se les ve como personas con un gran nivel intelectual, que les permite destacar sobre sus compañeros de igual edad, pero también tienen en su contra un cierto rechazo social. La inteligencia nunca ha sido un valor reconocido y aunque se reconoce que pueden destacar sobre los demás, también se les ve como los “niños repelentes que todo lo saben”. Una situación que lleva a crear serios problemas de convivencia entre sus compañeros.
La realización de test de inteligencia en los colegios detectan a los niños que poseen esta característica, y en teoría, deberían utilizarse para orientar a los profesores acerca de la atención que cada alumno precisa.
Normalmente, son sólo los centros privados los que tienen programas específicos para atender a estos niños con necesidades específicas. Los centros públicos sí atienden a los que presentan la situación contraria, aunque también de manera insuficiente.
Se crean aulas de refuerzo, se inician programas de atención, pero igualmente quedan un tanto apartados de lo que realmente necesitan.
En el caso de los niños y niñas con alta capacidad, el caso es todavía peor.
Su alto coeficiente le permite “absorber” con más rapidez los temarios que se dan en la clase, además de ser personas que se interesan por aprender más fuera de las clases y son curiosos.
Suelen “bombardear” a sus padres con preguntas acerca de los temas que les interesan y comienzan a interesarse por cuestiones a las que niños de su edad no suelen prestar atención, como la muerte (un tema que es muy común que les preocupe a una edad muy temprana), o problemas sociales que no consiguen comprender, pero que les turban.
Este es el escenario que se les planteó a Gema y Fran, dos ondenses que vieron como su hijo Brian, que hoy tiene 9 años.
“Comenzamos a darnos cuenta cuando el niño comenzó a utilizar un vocabulario que superaba lo que hablaban los niños de su edad, que habla como un niño mayor, que él nos pedía que le habláramos como un niño mayor”, comenta Gema.
“Utilizaba palabras que otros no utilizan, y te das cuenta, de repente, que no tiene la misma edad mental que los otros niños a su alrededor”, asegura la madre, que ha vivido un clavario para encontrar un colegio que atienda de manera adecuada a Brian.
Brian entró al colegio con dos años y comenzó a aprender inglés. También comenzó a destacar en otras materias, como las matemáticas. “Aprendió muy pronto las tablas de multiplicar, mucho antes de que las dieran en la escuela, y fue porque tenía interés y todo lo que le interesaba lo buscaba y aprendía fuera de clase”, continúa recordando Gema.
Sin embargo, las primeras alertas surgieron cuando, a pesar de demostrar que tenía unas cualidades innatas para el estudio, presentaba unas notas bajas.
El motivo se debía buscar en la actitud que mostraba en las clases. Como tantos niños con alta capacidad, se aburría en el colegio, y en consecuencia se distraía y no prestaba atención y molestaba a los demás compañeros.
En el colegio les dijeron que, simplemente, el niño “tenía problemas de comportamiento” y que “es muy listo, pero muy vago”.
Tras realizar los test de inteligencia, se encontraron con la realidad del problema; tenía un coeficiente intelectual por encima de la media y necesitaba una atención especial para potenciar y desarrollar sus aptitudes.
En el colegio donde cursaba ( un colegio privado de Castellón) no podían hacerse cargo de esta atención especial, “pese a ser un colegio donde se asegura esta atención personalizada”, y en el que les dijeron que “ya estaba por encima de la media del resto, y que no era necesario un mayor refuerzo”.
Decidieron preguntar en Onda, pero los colegios no podían afrontar esta circunstáncia.
“No se tiene en cuenta las características que tienen estos niños. Sí que existen, en cambio, clases de refuerzos para niños con dificultades para seguir el ritmo del aula”, según la experiencia de esta familia.
Así, Brian tuvo que matricularse en otro colegio de Castellón.
El entorno de Brian no entendía que le ocurría, ya que no tenía amigos, no se le entendían y los padres de los otros niños no entendían qué le pasaba y no fomentaba la amistad de sus hijos con él.
El problema les llevó a buscar en Internet una solución, un medio para intentar obtener algún tipo de ayuda de alguna institución u organización.
Así, llegaron hasta ACAST, que desde Castellón proponen una serie de talleres y actividades para desarrollar la inteligencia y la capacidad de los niños con esta problemática.
Desde la asociación, han conseguido que Brian se sienta integrado en un grupo de niños con las mismas capacidades y han conseguido, al menos, ofrecer una plataforma desde que el niño puede desarrollarse con normalidad.
Marisol Brenchat, de ACAST, asegura que “los medios para atender a los niños de alta capacidad existen por ley, pero no se aplican”.
Así, aunque un niño con alta capacidad, o que simplemente, necesita una atención especial, cuenta como dos en el ratio de la clase.
En la práctica, la sobreocupación de las aulas impide que esta solución sirva para algo.
Desde la asociación se quejan de que “existan clases de refuerzo para niños con problemas para seguir el ritmo, o que no conocen el idioma, pero no para los que están por encima de la media”, aclara la presidenta. “Parece que se ignore a estos niños, y que no se tenga en cuenta de que también necesitan una atención especial, un refuerzo que les motive y que les impida caer en el fracaso escolar”.
En los centros de Onda se realizan test de inteligencia en diversos cursos, para valorar a cada alumno, y en los casos necesarios, se hace unos complementarios para detectar cualquier problema que pudiera surgir.
Sin embargo, una vez detectada la alta capacidad (una horquilla que va de 110 a 130 y que a partir de esta medida ya son considerados superdotados), poco o nada se puede hacer en el colegio, ya que no se cumple la ley.
La sociedad mientras, comienza, poco a poco, y gracias a la labor de asociaciones como ACAST a conocer las verdaderas necesidades de estos niños. Hace unos días, se organizaron unas jornadas para dar a conocer estas en Castellón, y entre sus proyectos, se incluyen jornadas para profesionales de la enseñanza.
La Asocición Castellonense de Apoyo al Superdotado (ACAST), organiza de manera regular unos talleres de potenciación de las habilidades de estos niños. La UJI presta a la Asociación unas áulas e instalaciones para poder realizar los encuentros un sábado cada quince días.
Estas clases extras están divididas en dos grupos de edades, que comprenden a los niños de primaria y los de secundaria. No obstante, las características de los asistentes son las que se tienen en cuenta para situarlos en una u otra clase. Un niño de primaria puede tener las aptitudes necesarias y la edad mental adecuada para situarse en el nivel superior, por lo que siempre se tienen en cuenta todos los factores.
Los padres también reciben una orientación para atender de manera correcta a sus hijos y poder ofrecerles los cuidados necesarios para permitirles un crecimiento y madurez sana y normal.
ACAST también prevé iniciar una campaña de formación para los profesores, para que conozcan la problemática y puedan detectar y actuar de manera eficaz para trabajar de forma adecuada a los niños que lo necesiten.
Este proyecto cuenta con fondos FEDER, aunque en estos momentos están buscando financiación privada, en forma de donaciones y patrocinios de empresas para afrontar los gastos derivados de los desplazamientos de los profesionales que impartirán los cursos.
El contacto con la asociación se puede realizar a través de su web, www.acast.org, el correo electrónico mail@acast.org o del teléfono 964 03 77 36, y se encuentra en la calle Juan Herrera 10, de Castellón.


Comentarios

Víctor Pintado ha dicho que…
Estas noticias me entristecen. Yo tenía alta capacidad y abandoné los estudios. Era desesperante... deprimente y desesperante...
Juanjo Rubio ha dicho que…
Interesante información. Me alegra que esté esta asociación y que esté tan a mano.

Un saludo.
Juli ha dicho que…
Muy buen post Víctor, ojalá hubiesen estado ahí cuando yo tenía esa edad; me hubiese aburrido menos en la escuela.
Por suerte tuve un equipo de maestros extraordinario en Pio XII.
Gracias por crear contenidos.
Por cierto, es cociente intelectual; se trata de un cociente y no un "coeficiente"; pese a que la RAE lo permite, conceptualmente es erróneo.
Nos acostumbramos a leerlo así; pero la expresión correcta es "cociente intelectual". Un abrazo!
Pharpe ha dicho que…
Es bueno que existan estos medios para aquellos que tienen unas capacidades tan grandes.

Saludos