Leyendas Urbanas: Hoy, accidentes insólitos


Las leyendas urbanas beben de mil fuentes distintas pero todas, todas, tienen algo en común: son cosas que preocupan a todo el mundo, pequeñas historias que se engrandecen, se adornan y se difunden sin control por todo el país, cuando no por todo el mundo.
Los accidentes son caldo de cultivo muy común para estas leyendas. La preocupación por sufrir uno, y más todavía, por ser culpado de uno sin haberlo provocado, es una buena fuente de leyendas, que intentan inculcar (o eso puede parecer), cierta precaución a la hora de rellenar correctamente los partes de accidente que nos suministran las compañías de seguros.
Una de las más populares tiene como protagonistas a dos conductores. El primero de ellos, la “víctima”, es un joven que conduce de manera correcta, sin prisas y respetando las normas de circulación. La otra es una joven, de la que no se cuenta si conduce mal o bien, pero que por alguna razón, se salta un stop.
Esto provoca un golpe entre ambos vehículos y un destrozo considerable en ambos.
Por suerte, los dos conductores salen ilesos del accidente. Ella se acerca rápidamente al coche de él y le pregunta, nerviosa y asustada, probablemente por las consecuencias que le puede acarrear el haberse saltado la señal, como se encuentra.
Tras recibir la respuesta del joven, ella, para sorpresa de él, comienza a reirse, aliviada.
Le dice que ha sido una chorrada, que no estaba en lo que hacía, pero que mira, que no ha pasado nada, y además, le ha permitido conocerle…
Sin dar crédito, el chico, todavía confundido por el golpe, asiente, y cree ver que ella está intentando ligar con él.
Ella, algo más animada, le propone calmar los ánimos con un buen trago, “para tranquilizarse”, y además, “puede ser el inicio de una amistad… o algo más”.
Le pasa al joven una botella de vino dulce que llevaba en el maletero y que, milagrosamente, había sobrevivido también al accidente.
Él, sin saber todavía muy bien lo que hacía, pegó un buen trago, a fin de relajarse y le pasó la botella a su nueva amiga.
Esta, al recogerla, y sorprendiendo otra vez al muchacho, cogió esta por el bollete, y la estrelló contra el salpicadero del coche de él, llenándolo todo de alcohol.
“Ahora, a esperar a la Guardia Civil”, comentó, con una sonrisa maléfica, mientras volvía a su coche a esperar…
Así que cuidado con los ofrecimientos tras un accidente leve. Esta leyenda urbana que se extendió bastante durante la década de los noventa nos lo recuerda bastante bien.
Pero la que se lleva la palma, en cuanto a accidentes y siniestros, es la que nació en Estados Unidos hace como unos cincuenta años, allá por primeros años 60.
En esa época eran comunes los chistes sobre elefantes, vaya usted a saber por qué, y se comenzó a contar lo siguiente: un señor se dirigía hacia su casa después del trabajo en su coche, de un vívido color rojo, cuando se cruzó con la cabalgata del circo que se estaba instalando en las afueras de su ciudad. Entre los animales, habían varios elefantes. Uno de ellos vio el coche y creyó que se trataba de un taburete que utilizaba en su número, así que hizo lo que se esperaba que hiciera: puso sus monumentales patas sobre el capó y lo abolló de tal manera que el coche quedó casi destrozado, pero todavía funcionaba.
Los dueños del circo, ante la ira (comprensible) del conductor, realizaron un atestado muy completo sobre lo ocurrido, con las indentificaciones del circo y del animal en concreto, y se comprometieron por escrito pagar la factura del chapista.
El hombre volvió a casa, con tan mala fortuna que pasó frente a una patrulla de tráfico. Los agentes creyeron que había tenido un accidente y había escapado del lugar del siniestro, y lo pararon. El hombre explicó lo sucedido, y como es normal, los agentes no le creyeron… hasta que leyeron completo el atestado y comprobaron, tras unas llamadas, la veracidad de la historia.
Esta leyenda llegó a España en los ochenta, y como no, tuvo su correspondiente elefante, turismo y pareja de la Guardia Civil patrios. Se ha escuchado también en otros puntos de Europa y en América Latina y no es difícil escucharla cada cierto tiempo, actualizada y situada en diversos puntos geográficos de la península.
Pero como siempre, se trata de una leyenda urbana que no hemos de creer, aunque sí que sería conveniente sacar alguna lección de ella: ante cualquier accidente, hay que rellenar bien los partes que hagan falta.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Buena tactica la de la botella de vino,y es que a los hombres nos gustan mas las mujeres que a un tonto un caramelo.El de el Elefante me recuerda a un chiste de la guardia civil,si arcen se escribia con "H" ó sin ella,y le dieron una patada al cadaber y le dijo el sargento:"escriba que estava en la cuneta".Saludos,salud y República.