Del chistero al monologuista, y me río porque me toca

¿Recuerdas a los cuentachistes? Ya sabes, esa raza de humoristas que hicieron su agosto las décadas de los setenta, ochenta y algo de los noventa. Eugenio, Marianico el Corto, Arévalo, y hasta el inclasificable Barragán, pionero del humor chanante. Hoy, este tipo de humorista, el que se enfrenta al público micrófono en ristre, taburete y pecho descubierto, continúa ahí, en los escenarios y en las pantallas de las teles.

No, no busques chistes de gangosos, de gordos ni el de Mistetas (el mejor chiste del mundo, como refrenda la opinión de numerosos expertos).

Hoy, los humoristas de “a pelo” han evolucionado, se han convertido en una raza, presuntamente superior, que provocan la risa con mecanismos semejantes a sus antecesores, pero con sutiles diferencias.

Ahora continúan contando chistes, pero ya no los protagonizan Jaimito y su tropa, ni una pareja practicando la caidita de Roma (¡Jarllllllllll!), sino que los protagonistas de sus chistes somos todos nosotros.

Incluso han cambiado el tradicional “El saben aquel que diu…” por un “¿Se han dado cuenta de que…?”

Sí, sus chistes han ganado duración, se han estirado hasta lo indecible, e intentan llegar, como siempre, al punto álgido de nuestra risa, para liberarla y hacernos pasar un buen rato. La diferencia es que antes, uno se reía de lo que le pasaba a un tipo concreto de persona, unas veces sin maldad, y otras, con mucha mala leche metida en el chiste.

Ahora, nos reímos de nosotros mismos. Sí, porque lo que antes eran “chistes”, hoy se han convertido en “monólogos”, largas charlas unipersonales en las que el humorista (actores, se llaman ahora) se dedica a enseñar a un público entregado las miserias, fallos y manías que tenemos las personas.

Y oye, que la cosa no está mal. La ojeriza contra tal o cual sector de la humanidad, que tanto nos ha hecho reir en el pasado se vuelve, cruelmente, contra nosotros mismos. El actor monologuista es capaz de hacernos entender que esas cosas que hacemos habitualmente, que son parte de nuestra vida diaria, no son más que manías sin sentido, una vez las miras desde fuera.

Te dan la posibilidad de comprender que no eres tan listo como crees, y que esas cosas a las que tanta importancia les das, no sirven más que para que los demás piensen que te falta algo en la cabeza.

Tipos como Quequé, Luis Piedrahita, Agustín Jiménez, Eva Hache, y cienes y cienes de actores dan un repaso a lo cotidiano y lo despedazan, con la única arma de decirlo en voz alta, bien clarito, para que lo tengamos en cuenta. Y lo más grave, nos gusta que lo hagan.

Un saludín

Comentarios

- YOGUR - ha dicho que…
Es que es muy sano reírse de uno mismo.
Yo aun no me explico para qué narices se inventó la vergüenza.

Saludos.

;P
Krispamparo ha dicho que…
De todas formas, esto de los "monólogos" no es lo mismo. Lleva un plan mas "cool", mas "fisno". A duras penas me imagino al Piedrahita subido al entarimado de un pueblo en fiestas, a altas horas de la noche veraniega, poco antes del toro embolado, contando sus vivencias del fin de semana mientras se despelota una vedette... O malviviendo con numeritos pasados de moda en Bodas, bautizos y comuniones.

La vida del profesional del humor, del chistoso setentero, se merece un reconocimiento... incluso con tipos tan absurdos como los Hermanos Calatrava y compañía... ¡no estaban tan mal!
Paco Hernández ha dicho que…
el problema es que el monólogo es más largo y la verdad hay muchos de horribles con lo cual como no te guste acabas hasta las narices, en cambio con los chistecicos en un minuto has acabado y yastá. De todas formas gracias porque me has recordado esos veranos de carretera con mi padre y riendo los dos con chistes de esos jejejeje
Krispamparo ha dicho que…
Las cintas de Marianico el Corto son todo un hit, ¿verdad?
Mariluz Barrera González ha dicho que…
Tienes razón, creo que lo mas grave es que nos gusta que lo hagan, el mexicano por desgracia se ha creído gracias a esa forma tan particular de reirse de si mismo; que todos nuestros grandes defectos en verdad son tan graciosos que no son un terrible problema. Y a reirnos de nuestros defectos aunque nos esté llevando la tostada.

UN BESO.
Pucela ha dicho que…
Estoy de acuerdo; a mí me gustan más los monologuistas por eso mismo: no es un chiste cruel sobre la desgracia de alguien.
Me parece un humor más inteligente, lo cual es bueno.
Víctor Alós ha dicho que…
Pedrojota, la cosa de los fiestorros de los pueblos, pues está cada vez más a tiro. Muchos espectáculos llevan ya al monologuista de turno, frente al chistero clásico. Y eso es porque la gente ha evolucionado, que no está mal. Pero el chistero siempre tendrá lugar, porque el "cacaculopedopis" aplicado a uno mismo, pues hay quien no lo soporta. Y tampoco está mal, por cierto...

Conner: lo bueno de los monólogos es su duración. Normalmente, siempre hay un tramo que te hace grácia, aunque no te partas. También es cierto que un chiste bien contado es impagable. Pero los chisteros tienen, como todo artista, un estilo tan definido, que te ríes por como lo cuenta, no por el chiste.

Mariluz: te tendrías que escuchar unos cuantos dedicados a españoles, contados por españoles... No hay nada más cruel con alguien, que ese alguien mismo.

Pucela: bienhallado, monztruo. Lo del humor inteligente... como todo, depende del que lo haga, no lo que sea.

De hecho, hay quien me ha comentado que estas entradas, y los artículos del Arrels, son muy, muy parecidos a lo que podríamos llamar "monólogos".

Un saludín
Krispamparo ha dicho que…
Bueno: es la tercera vez que intento publicar el comentario, parece ser que blogger no se fia de mi.
Tal como yo lo veo, de monólogos nada: tus artículos estarían geniales editados juntitos en un libro. El estilo que tienes es deudor de maestros como don Juan Antonio Cebrián: didáctico, entretenido, bien escrito, y sobretodo, interesante.
Cuando uno se pone a leer alguno de tus post descubre a un padre de familia que cuenta con la misma capacidad de sorprenderse que sus dos hijos (bueno, casi tres): se emociona con buenos libros, flipa con estatuas de Mazinger, nos recomienda comics, habla de vivencias personales que encierran enseñanzas... en definitiva: nos hace reflexionar sobre las pequeñas lucecillas que todos tenemos en nuestro día a día, brillando tan cerca de nosotros que apenas nos damos cuenta.

Sigue así Victor. Hazlo por todos lo que leemos tu blog.

PS. Si no puedo publicar este post tiro la toalla: paso de seguir peloteándote que al final te lo creeras y todo.
Anónimo ha dicho que…
Tu artículo de los monólogos creo que da en el clavo. El humor de hace años no era tan incisivo con uno mismo, sino con un sector social determinado, normalmente con alguna deficiencia o anomalía social. Sin embargo hay algunos que nunca pasarán de moda, como Tip y Coll o Faemino y Cansado. De los actuales, no soy demasiado original: Eva Hache, Buenafuente, Piedrahita... ah, y recomiendo a mi amigo Carlitos, mitad monologuista mitad cantautor cómico. Con él Satisfaction pasa a ser Pajillero y Faith es El bocata de fuet... Recomiendo también en tu web su actuación (ya sé, parezco su publicista) este jueves en Villarreal y este viernes en Betxi con ésto del Café Circuito Teatro.
En fin, que poco a poco iré poniéndome al día con tu web. La palabra de Cifu para mí va a misa...au revoir!