Viaje al centro de la Tierra


Vale, no ha sido la cosa tan profunda, pero ha sido una buena jornada aventurera.

Dentro de la campaña “Vamos de excursión”, nos hemos acercado hasta el pueblo de Escucha, una población de Teruel dedicada hasta hace unos años a la explotación minera del carbón.

Y lo hacían desde la mina YASEVERÁ, que como nos han explicado debe su nombre a la respuesta del propietario cuando le preguntaban si “habría carbón” o si “habría trabajo”. ¿Leyenda o realidad?

Sinceramente, nos da igual.

Hoy esa mina, cerrada por presiones económicas y todavía con carbón en sus entrañas, se ha convertido en una fuente de ingresos muy diferente. Y es que la mina continúa dando dinero a la población, pero convertida ahora en un Museo Minero con mucho fundamento, que diría el señor de los fogones.

El Museo Minero de Escucha se compone de una visita a la propia mina, acondicionada para recibir las visitas de los turistas que nos vamos acercando a ella para conocer de primera mano cómo era una mina, como se movían por ella los trabajadores y qué es lo que hacían allí dentro.

Obviamente, las condiciones no son las mismas que sufrían los mineros hasta el año 1968, cuando se cerró. Hay luces por todas partes y un sistema de ventilación increíble que hace que estés a 225 metros bajo tierra sin ser consciente de ello.

También se han agrandado varias galerías que sólo permitían el paso de los mineros si estos andaban a gatas. Los turistas sólo tenemos que pasar un poco agachados (vale, YO tengo que pasar un poco agachado. La mayoría tienen que agacharse bastante).

La visita tiene que reservarse por teléfono con antelación, porque son grupos cerrados y hay que tener la vagoneta llena para comenzar la aventura.

El centro de recepción de visitas está en la misma taquilla, así que sólo hay que pasarse unos minutos antes del comienzo para estar listo. Y es que como hay que bajar a una mina real, hay que equiparse para hacerlo correctamente.

Primero, un gorro de tela (como el de los quirofanos) y luego, el casco de minero. Después nos han dado una especie de fiambrera de metal, precintada, que debíamos llevar atada a la cintura.

Luego nos hemos enterado que se trata de un filtro para respirar en condiciones de falta de oxígeno y abundancia de CO2. Es una mina real, así que hay que ir preparado...

Nos han situado en una vagoneta acondicionada para bajar hasta la galería principal. Creo que éramos unos 25 o 30 personas.

El maquinista ha accionado la maquinaria y nos ha hecho descender lentamente y sin sobresaltos un tramo de unos 230 metros con una inclinación del 33%. Como ha dicho la guía, aquello es el Lagartija Kahn...

La galería se encuentra a una profundidad de unos 180 metros (acongoja pensarlo...), pero como he dicho, el sistema de ventilación funciona a la perfección y hasta se notaba una agradable brisilla.

Allí conocimos al Tío Pepe, un maniquí vestido como un minero de los años 30-40, (boina, pañuelo mojado de agua y pico) a Curro, uno con equipamiento de los años 60-70, mucho más completo (casco, máscara con filtro y luz eléctrica portatil) y a una de las mulas que vivían y trabajaban en la explotación.

Estos animales eran transportados con las patas atadas y los ojos vendados y no volvían a salir a la superficie. Sí, una auténtica animalada, pero hay que tener en cuenta que la vida de los mineros no era mucho mejor...

Estos bajaban por un túnel de acceso situado paralelo a la bajada del material, que era transportado con carretillas accionadas con un motor y un cable.

Una vez allí, se ponían a la faena, y cavaban alrededor de un metro o metro y medio al día en el caso del Tío Pepe o unos cuatro metros si lo hacía Curro, más y mejor equipado. Hay maquinaria y enseres de distintas épocas y es una visita muy didáctica y entretenida.

La lástima es que las tormentas de los últimos días estropearon las linternas de los cascos y no pudimos bajar con esa luz, si no con la iluminación habilitada para las visitas turísticas. Habría quedado interesante, aunque mucho más claustrofóbico pero más real.

Hay un tramo apuntalado con madera, como lo hacían en realidad, y con una veta de carbón al descubierto para poder apreciar como era realmente aquello de verlo en vivo.

Al salir, lo curioso es no haber echado en falta el aire puro del exterior y ver como el túnel se hace largo hacia abajo (la vagoneta sube de espaldas), y entonces eres consciente de donde has estado.

No he podido hacer fotos porque está prohibido y con tanto trasto encima (el casco de Sofía, su equipo de autosalvamente, dos mochilas...) no he podido sacar la cámara en ningún momento.

Es un viaje muy recomendable, y está a sólo dos horas de Onda, pasado Teruel. Y es casi todo por autovía, así que no tienes excusa para no acercarte a Escucha.

Ejem...

También fuimos a Galve, pero eso, como dijo aquel, es otra historia...

Un saludín



Comentarios

Gin ha dicho que…
Molt bon resum de l'aventura!

M'has fet ganes de anar que això de anar baix terra sempre m'ha paregut divertit!
Pharpe ha dicho que…
Me recordó un poco al viaje a una mina de sal que hiciera en Salzburgo cuando estube en Austria, aunque tiene pinta que la tuya fue más interesante todavía, repitirías? Saludos
Salva Isert ha dicho que…
Jo vaig anar fara 5 anys amb el xiquets de JUCAR i va ser una pasada. Molt recomenable