Leyendas Urbanas: hoy, comidas con sorpresa


Un muchacho va a una hamburguesería de esa marca que comienza por Mc y termina por Donalds. Como suele hacer, se pide un menú completo, con su Coke, sus patatas y su burguer tipo especial. Comienza a morderla y se prepara para disfrutar de una merienda agradable y sabrosa.
De repente, nota como sus dientes tropiezan con algo duro. Sorprendido, saca de su boca el elemento, y se encuentra… ¡con un diente de roedor!
Esta historia, que con toda seguridad habrás escuchado en más de una ocasión, y que se cuenta que ha ocurrido tanto en España, como en el Reino Unido, Estados Unidos, Canadá, Fráncia o cualquier lugar del mundo donde hayan cadenas de comida rápida, no es real.
En absoluto.
Obedece, como tantas otras, a intereses empresariales, al ansia de desprestigiar a las cadenas contrarias, o simplemente, a la gamberrada de algún gracioso.
Y tiene su origen, claro, en los Estados Unidos, cuando McDonalds tuvo la feliz ocurrencia, en 1955, de crear una hamburguesa que costaba 15 centimos, frente a los 30 que costaban los de la competencia.
Pero en su inicio, la leyenda urbana tenía un cariz todavía más extraño: se decía que eran tan económicas porque las carne utilizada para su fabricación provenía de … ¡gusanos!
No hace falta decir que el revuelo que se organizó fue de órdago. Las ventas de la cadena disminuyeron hasta un 30 % y la sede de Atlanta incluso tuvo que despedir a una buena parte de su plantilla. ¿El motivo?
Un ejecutivo de la firma afirmó que “no podemos hacer hamburguesas con gusanos”. De esa frase, en negativo, se pasó a “podemos hacer hamburguesas con gusanos”, eliminando el “no” de la misma.
Por supuesto, las autoridades sanitarias tuvieron que poner orden en el caos. El Departamento de Agricultura de Estados Unidos tuvo que asegurar públicamente que la composición de los productos de McDonalds cumplían escrupulosamente con todas las normas sanitarias y provenían del ganado bovino al 100%.
Durante años, se han multiplicado las leyendas sobre esta y otras grandes cadenas de alimentación rápida.
La más popular, y con la que abría este artículo, tiene que ver con la gran variedad de carnes con que se confecciona el principal ingrediente, la carne. Ratas (de ahí el diente), perros, gatos, y todo tipo de animal susceptible de ser triturado aparece con frecuencia como componente del Big Mac, el Whopper o cualquier otro tipo de bocadillo.
Pero la famosa franquicia de burguers no es la única que tiene en su haber la exclusiva de este tipo de malvades.
Kentucky Fried Chiken, otra de las grandes, y dedicada por su parte a la comercialización de pollo frito en raciones, tuvo también su leyenda urbana. Los protagonistas, otra vez los roedores.
En este caso fue una joven, que comiendo directamente de la bolsa, notó un sabor extraño en la porción de pollo frito. Lo observó con detalle, y apreció como la forma no se ajustaba a la de un trozo de ave. Efectivamente, era una rata empanada.
Pero no es esta la única “mancha” que tienen los chicos de Kentucky. Si has tenido ocasión de ver un restaurante de esta marca, habrás podido comprobar que el nombre ha sufrido una ligera variación. Ahora se llaman KFC, el acrónimo del nombre, sin más que las iniciales. Esto se debe, sin duda, a que se han visto obligados a cambiarlo para que se hablara de la empresa por esa estrategia, y no porque se ha descubierto que en las granjas donde crian su materia prima sólo hay bolas de carne con patas, algo vagamente parecido a un pollo, pero sin alas y brutalmente engordado.
Una leyenda urbana que coincide con la que corrió acerca de las hamburguesas y donde los bultos de carne no eran de pollo sino de ternera.
Sobra decir que ambas leyendas son totalmente falsas, pero han caldo profundamente en el subconsciente colectivo y son repetidas cada cierto tiempo y creídas por mucha gente.
Y, ¿Qué podemos decir de los restaurantes chinos? A estos les dedicaré un artículo aparte, porque las leyendas relacionadas con los asiáticos llenarían varias hojas, pero basta decir que la carne que se come en España no proviene de animales exóticos, ni de gatos ni de perros, por mucho que en lugares de su país estos sean un manjar exquisito.
La realidad es que, debido a todos estos rumores, hoy en día uno puede estar totalmente seguro de que lo come en la hamburguesería cumple con todos los requisitos sanitarios, que está fabricada con los productos con que supone que están fabricados y hasta que es tan sana o perjudicial como cualquier otro tipo de alimento. Las autoridades sanitarias de cada país se encarga de controlar cada restaurante, igual que con el resto de establecimientos y no hay ningún expediente abierto por este tipo de cosas.
Además, para eliminar la desconfianza entre la clientela, es normal que este tipo de establecimientos tenga la zona de la cocina a la vista, para que todo el mundo pueda ver como se montan los bocadillos y se compruebe “in situ”, la higiene reinante. Tampoco hay que cargar contra la posibilidad de incluir en la dieta alguna vez una de estas hamburguesas, pollo u otro tipo de comida rápida.
Cualquier restaurante, incluido los tradicionales, tiene en sus menús comidas que incluso duplican o triplican las calorías o colesterol de estos bocadillos. Como todo, las hamburguesas, con moderación, son una delicia.
Un saludín

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