Leído: La Red de Indra, de Juan Miguel Aguilera


Me puse con esta novela en cuanto tuve ocasión, haciendola subir en el montón de libros pendientes, y no me he arrepentido.
Ya había comentado antes, gracias a las entrevistas y presentaciones que he tenido con el autor (y que puedes leer en Fandecomix y escuchar en el podcast, aquí en la columna del ladito) que se trataba de una historia "de artefacto", ya sabes. De las que se van construyendo por la aparición de un cacharro de procedencia extraña y alienígena y su investigación por parte de un grupo de valientes científicos.
Pues me he encontrado con esto, sí, pero con algo mucho, mucho más grande.
Es cierto que la primera parte de la novela tiene como argumento la investigación de la geoda imposible que aparece en la meseta Laurentina en Canadá, pero es que al poco, se incluyen elementos en la historia que la hacen más interesante que el simple hecho de lo que van averiguando.
La estética del thriller de misterio, provocado y alentado por la aparición de un miembro de la expedición muerto en extrañas circunstáncias, la posible presencia de un "topo" de la prensa y el excesivo celo de los militares por proteger y acaparar el descubrimiento no se diferencian, excepto en la elegante y práctica prosa de Juan Miguel, a otras novelas del género.
Pero es cuando te acomodas a esto, cuando surge la gran diferencia y la novela de "artefacto" se convierte en una trepidante aventura que rompe los esquemas para adentrarse en terreno desconocido.
No sólo es un elemento que ayuda a avanzar a la historia, sino que es un aliciente para quedarse enganchado página tras página para averiguar qué nuevas sorpresas nos aguardan al girarla.
La novela está escrita con capítulos cortos, de unas cinco páginas como mucho, lo que ayuda mucho si tienes que cortar la lectura hasta el día siguiente, porque te facilita el dejarla y retomarla, como si fueran relatos breves. Así, puedes retomar la lectura de varios episodios aunque no dispongas de mucho tiempo, y vas adentrándote sin perder el ritmo de esta apasionante aventura.
El final del libro está diseñado de manera que la historia puede terminar ahí, sin más, o continuar durante una, dos, tres o quince novelas más, explorando el vasto nuevo mundo que se nos presenta. También introduce, a modo de epílogo, una pequeña aclaración de lo que es esa extraña geoda y su función última. O se trata solo, que no es poco, de una excusa para tener como personaje a uno de los grandes fabuladores de la Historia de la Humanidad, el propio (y admirado por Juan Miguel Aguilera), Jules Verne.
No tengo más que decir de una novela que me ha atrapado y que ha sido leída en cuatro días, disfrutada en cada página y que deja, como todas las buenas obras, un sentimiento de que debería continuar más, para que podamos seguir acompañando a Laura, a Neko, a Jim, a Soña y todo el resto de personajes que acaban siendo el grupo de colegas que acabamos echando de menos.
Un saludin

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