Leyendas Urbanas: Hoy, Cadáveres viajeros y otros difuntos


Dentro del siempre apasionante universo de las leyendas urbanas, las relacionadas con la muerte, o más concretamente, con los difuntos, son unas de las más fecuentes.
Y es que la muerte siempre ha fascinado al ser humano, y la posibilidad de perder a un ser querido ha atemorizado a todas las culturas.
En la nuestra, los entierros y funerales son una parte importante de los ritos que la mueven, y por ello, muchas historias pretenden recordarnos que los muertos han de seguir siendo objeto de respeto y honores.
La más popular, quizás, es la de la familia que viaja con la abuela.
Es verano, y durante las vacaciones, la familia decide viajar hasta el monte, donde instalan la tienda de campaña y se disponen a pasar unos días..
Al comprobar las provisiones, el padre, trabajador de una fosforera, se da cuenta de que faltan algunas cosas y decide acercarse al pueblo más cercano a comprarlas. Se desplaza con su mujer y su hijo y su 600 hasta allí y al volver, se encuentra con la anciana mujer fulminada por un ataque cardiaco.
Ante la perspectiva de un interminable papeleo, interrogatorio policial y demás trámite, se le ocurre que mejor que la anciana “muera” en casa.
Así que coge el cadáver, lo envuelve en la tienda de campaña y se dirige a su casa en Madrid. Al llegar, aparca el coche frente a su hogar y ayuda a su mujer y su hijo a subir con el equipaje. Después, baja a por la tienda de campaña, con regalo incluído.
Su sorpresa es mayúscula al comprobar que el coche ya no está. ¡Se lo han robado con tienda de campaña y todo!
Esta historia aparece reflejada en el libro de Luis Carandel, Celtiberia Show, un compendio de anécdotas y disparates de la España franquista, que incluye no pocas leyendas urbanas que aún hoy se pueden escuchar y leer como auténticas.
Esta en concreto parece datar de 1969, y circuló con bastante fuerza por la capital de España, y no tardó en extenderse por toda la geografía española.
En otras versiones, la mujer muere en el pueblo donde veranean y ante la costosa factura del transporte funerario, el hombre decide transportarla en la baca del coche.
El robo, en este caso, se produce en una gasolinera, donde se detienen a ir al servicio.
Pero no es una historia netamente española, ya que en 1963 se data una versión del libro británico Folktales of England (Cuentos populares de Inglaterra)
de M. Briggs y Ruth L. Tongue. En esta narración el matrimonio protagonista están de vacaciones en nuestro país y sucede lo mismo: la madastra del marido fallece de repente. Se dirigen al consulado británico, cuando al parar a tomar un café, les roban el coche.
Aún existen otras versiones, datadas en la II Guerra Mundial en la vecina Francia, aunque lo curioso es que lo escuché como noticia en una emisora de radio no hace demasiado tiempo.
Otra de las grandes leyendas urbanas también tiene como protagonista a una madre anciana y a una familia.
Se trata de una familia que tiene a la madre y una hermana del padre de familia lejos, en América.
Un día, recibe un paquete desde América. Al abrirlo, la madre descubre una urna de porcelana, con un extraño polvo en su interior.
No sabiendo de qué se trata, asumen que son especias del Nuevo Mundo, y deciden ir utilizándolas para aderezar los exquisitos platos que suele cocinar el ama de casa.
Sopas, caldos, carnes y hasta repostería es aderezada con la exótica especia, que tiene un sabor como de ahumado que realza el sabor de todos los platos.
Unos días más tarde, cuando ya se está acabando el obsequio, reciben una carta desde América. Es de la hermana del padre, que les anuncia que su madre falleció recientemente, y que en el plazo de unos días recibirían, si Correos lo permitía, la urna con sus ceniza, para lanzarlas al río cercano al pueblo, como último deseo de la finada.
Esta leyenda creció sobre todo en Rumanía. En una época no muy lejana, los familiares que se veían en la obligación de emigrar a los Estados Unidos enviaban con frecuencia paquetes con las novedades que encontraban en el Nuevo Mundo, como caldo deshidratado, chicles, cafés solubles, etc.
Pronto, se popularizó en otros países y culturas, y se ha hecho tremendamente conocida en toda Europa y determinados países americanos.
Existen otras similares, pero todas tienen el mismo objeto: recordarnos que los fallecidos siguen siendo personas y que hay que respetarlos.

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