Runaways, una serie de fugitivos que engancha


Hace ya un tiempo, escribí una reseña sobre la primera temporada de Runaways, una serie que apareció bajo el sello Tsunami de la editorial Marvel y que fue una de las pocas (creo fueron dos, realmente) que sobrevivieron a la criba y pasaron a integrarse a la continuidad del Universo de la editorial.
En esa primera etapa, los protagonistas rompían con la vida que llevaban hasta ese momento tras descubrir que sus padres eran en realidad un grupo de superdelincuentes conocidos como El Orgullo, que utilizaban sacrificios humanos para mantener su dominio sobre el mundo criminal de Los Angeles.
Los adolescentes (más una niña de unos ocho años), huían de todo lo que representaban sus padres y se encontraban con unos poderes que no esperaban y que les permitían codearse con el resto de superseres de Marvel.
Pero más allá de una serie de adolescentes con poderes (una marca de la casa que desde la aparición de Spier-Man, en Amazing Fantasy 15) esta era una serie que planteaba una vuelta de tuerca a todo lo que representa este ideal.
Los jovenes se enfrentan a sus padres, a su modo de ver la vida, con la rebeldía por bandera y el idealismo como arma, en manos de un Brian K. Vaughn sobresaliente.
Este escritor, que tiene en su haber colecciones tan interesantes como Y, el último hombre, editada ahora por Planeta y anteriormente por Norma, y que colabora activamente en los guiones de la fantástica Perdidos para televisión, domina las relaciones entre personajes, dota a cada uno de ellos de una personalidad propia, que utiliza los clichés pero lo hace una manera amena, original y fresca.
Bajo su batuta, los Runaways, los fugitivos, consiguen averiguar quien son y qué quieren realmente sus progenitores y terminar con sus malévolos planes (es una serie de héroes, no lo olvidemos).
Pero para conseguirlo, tienen que sufrir la traicción de uno de los suyos y los sucesivos enfrentamientos con el mundo oscuro de una ciudad tan brillante como Los Angeles.
Esta traicción, teñida de tragedia, se mezcla con las relaciones que surgen entre los fugitivos, niños y niñas situados por el destino en una tesitura inesperada y que se encuentran con unos compañeros de juegos que han crecido y con los que han de compartir mucho más que una aburrida noche de juegos al año.
La segunda temporada aumenta el nivel de emoción. Si al final de la primera se incorpora un nuevo fugitivo, en sustitución del traidor, en el principio de esta segunda aparece un nuevo factor: un alien (un skrull, una raza recurrente en el Unverso Marvel) que reclama la mano de una de las chicas.
Lejos de lo que podría esperarse, esta trama enriquece aún más la composición y la interacción entre los protagonistas y este (o esta...) termina incorporándose al grupo, como un desterrado más, un fugitivo en busca de su destino y su identidad.
Las tramas se suceden, la muerte vuelve a eliminar de la ecuación a una de las más queridas miembros (lo siento, ministra, así se queda) del grupo, y su pérdida da mucho más juego de lo que estamos acostumbrados en un cómic marvelita.
Esta segunda temporada pone fin a la presencia de Brian K. Vaughn, pero su sustituto es el mísmisimo Joss Whedon, así que nadie puede dudar que las relaciones entre los muchachos y muchachas va ir en crescendo, sin perder ni un ápice de emoción ni de interés.
Como colofón a la lectura (espero reunir un buen número de ejemplares para leerlos de una tirada, que es como mejor se disfrutan este tipo de series), un viaje al pasado, merced a un artefacto del Orgullo, el encuentro con alguno de los progenitores (cosas de los viajecitos temporales) y mucha información al respecto de quienes son, y qué les espera en el futuro.
Gran serie, desde luego.

Comentarios

Paco Hernández ha dicho que…
tienes razón, yo espero reunir los que me quedan de la segunda para leerlos todos de golpe, que así se disfrutan bien :)