La tele, culpable de todo
Si estás en este planeta, te habrás enterado.
Los responsables del Diario de Patricia han asesinado, sin miramientos y en honor a su audiencia, a una joven madre soltera que participó en el programa. Sí, así es como se ha dado la noticia de la trágica muerte de Svetlana. No habla esta noticia de la responsabilidad del maltratador y ex-pareja de la mujer, ni de la falta de sinceridad de la víctima ante los controles de seguridad del programa (que los hay, aunque todos mantengamos una cierta reserva sobre su efectividad), ni de la despreocupación de las autoridades más cercanas a los afectados frente a estas situaciones.
Se olvidan los redactores de la noticia que la gente (incluso los de la tele) suele ir de buena fe, que el mundo no tiene que ser necesariamente oscuro y cruel y que todo el mundo tiene opción a rehacer una relación si ambas partes lo desean.
Uno no obvia que los contenidos del programa, que ven diariamente unos dos millones de telespectadores, no son abanderados del buen gusto, ni de la mínima lógica que ha de imperar en una horario, recordemos, protegido. Pero el que mata no es el mal gusto, ni la audiencia morbosa de este espectáculo. Es el que agrede, el que asesina porque se cree superior y no tiene que rendir cuentas ante un tribunal que desestima años de maltrato y una policia demasiado ocupada para actuar de oficio y marcar convenientemente al salvaje.
No, la culpa no la tiene el maltratador, el asesino. No, no hay más responsable que la tele, que como siempre, tiene la culpa de todo.
Si estás en este planeta, te habrás enterado.
Los responsables del Diario de Patricia han asesinado, sin miramientos y en honor a su audiencia, a una joven madre soltera que participó en el programa. Sí, así es como se ha dado la noticia de la trágica muerte de Svetlana. No habla esta noticia de la responsabilidad del maltratador y ex-pareja de la mujer, ni de la falta de sinceridad de la víctima ante los controles de seguridad del programa (que los hay, aunque todos mantengamos una cierta reserva sobre su efectividad), ni de la despreocupación de las autoridades más cercanas a los afectados frente a estas situaciones.
Se olvidan los redactores de la noticia que la gente (incluso los de la tele) suele ir de buena fe, que el mundo no tiene que ser necesariamente oscuro y cruel y que todo el mundo tiene opción a rehacer una relación si ambas partes lo desean.
Uno no obvia que los contenidos del programa, que ven diariamente unos dos millones de telespectadores, no son abanderados del buen gusto, ni de la mínima lógica que ha de imperar en una horario, recordemos, protegido. Pero el que mata no es el mal gusto, ni la audiencia morbosa de este espectáculo. Es el que agrede, el que asesina porque se cree superior y no tiene que rendir cuentas ante un tribunal que desestima años de maltrato y una policia demasiado ocupada para actuar de oficio y marcar convenientemente al salvaje.
No, la culpa no la tiene el maltratador, el asesino. No, no hay más responsable que la tele, que como siempre, tiene la culpa de todo.
Comentarios