Tanto monta, monta tanto...

Sabina y Serrat, Serrat y Sabina.
Dos nombres que dicen todo sobre la música en nuestro país los últimos... bueno, esos últimos años.
Un nombre mítico del acervo catalán y un sentimiento visceral del sur, con eclosión madrileña.
Juntos, revueltos, y mezclados.
Con acierto, con arte y con maestría.
Porque dos maestros de la canción, dos poetas, cada cual a su manera, si unen su arte, sólo pueden traer sentimiento y emoción a los miles de espectadores que caemos rendidos a sus pies.
Onda nunca ha albergado semejante espectáculo, nunca se habían reunido doce mil personas ante un escenario y nunca, nunca nos habíamos sentido tan dentro del panorama musical como la noche del sábado cuatro de agosto.
Uno se confiesa "sabinista", y deja claro que Serrat siempre le había parecido algo soso, con su punto de maestría, por supuesto, pero lejos de la intensidad que el de Jaen pone en sus letras. Y hoy, Uno confiesa haberse rendido ante ambos y haber sentido igual emoción al corear tanto "Princesa" como "Penélope", por poner dos ejemplos de lo que vivimos en el Multiusos.
No se trató simplemente de un concierto a dúo, ni de que uno cante las canciones del otro. La inegración de ambos artistas era total, se sentía la afinidad, la complicidad entre estos dos viejo crápulas de la farándula.
Las canciones de uno no desentonaban cuando las alzaba el otro, y el otro recogía el testigo dando muestra de que, aunque con estilos algo alejados, la cercanía de su trayectoria personal los llevaba por el mismo sendero.
Intensidad, complicidad, tablas y un saber hacer que no se logra ganando un concurso de moda, sino pateando y sufriendo los escenarios durante años.
Dos viejos artistas ("viejas glorias", les llamó alguno, dándose de listo y quitando importáncia al concierto) que se saben achacosos, pues a ambos les ha pasado factura lo vivido, pero que en lugar de llorar y hacerse las víctimas, se ríen de ellos mismos y ponen su debilidad como su principal reto ante lo que es su vida y su fuerza: la música, el arte y su público.
Un público que nos sentimos agradecidos ante la muestra de que, aunque el contenido del espectáculo, como el contenido de todos los espectáculos, está milimetrado, hacen los deberes y conocen donde están, y lo demuestran.
Me he sentido, además, como miembro de la prensa, bien tratado.
Sí, nos han acompañado hasta el lugar reservado para las fotos; hemos fotografiado sólo una canción y luego, nos han llevado hasta la salida, donde hemos dejado las cámaras y hemos vuelto a entrar. Pero en todo momento, sin malos modales, tan frecuentes en personal de seguridad que se toma demasiado en serio su trabajo, y con un personal que ha agradecido el comportamiento y la disposición de los chicos de la prensa.
La organización, brillante. En un pueblo donde estos menesteres parecen venir grandes, se ha actúado con orden, y los doce mil asistentes hemos entrado a tiempo, sin agobios y con absoluta normalidad.
Y el concierto ha comenzado a las diez de la noche, como estaba anunciado.
Una delicia que esperamos se repita en otras ocasiones y que nos haga llegar lo que estos dos dinosaurios de la buena escena son capaces de ofrecer: algo más que música, algo más que letras pegadizas.
Emoción.
Sentimiento.
Cercanía.

Una gozada, vamos.

Un saludín

Comentarios

servidora ha dicho que…
Yo también estuve :-)
La sensación de que se estaban divirtiendo no me la quitó nadie. De hecho, la sensación de que estábamos divirtiéndonos todos. Y emocionándonos (como si divertirse no fuera una emoción, claro ;-))

Un saludo :-)
Víctor Alós ha dicho que…
Fue emocionante, y ver el grado de complicidad de ambos artistas, fue de lo mejor del concierto.

Me alegro de haber podido ir.

Me pregunto cuantos compañeros blogueros estábamos allí sin saberlo.

Un saludín