Peor no puede ser…
No hay nada peor en la vida de una persona. Uno va sorteando las inclemencias de la vida como buenamente puede. Unas veces mejor, otras peor, pero se va apañando en el día a día, sin estridencias, y con pasitos breves pero firmes.
Pero llega ese día.
Sí, ese día que nos llega a todos y que nos recuerda que el tiempo pasa, que no somos nadie y que la vida es muy puñetera.
“Señor, ¿me puede dar la hora?”
Así, sin anestesia y con la crueldad propia de los niños, te sueltan la frase de marras, la que te hunde miserablemente y que hace ver a Uno que ya no es un chaval.
Un “señor” acompañado de un tratamiento de “usted” que duele como no duele nada más, y que a todos nos fastidia, aunque Alguno vaya haciéndose el duro y sortee la pregunta con una respuesta rápida.
Y tanto es así que los treintaañeros nos hemos sentido tan dolidos y heridos por esta simple y precisa frase, que hasta en la tele se intenta dulcificar el momento con el humor (y las burbujas).
Nada, que ni por esas…
Que duele, hiere y además, Uno se la juega a que se dice con mala baba y alevosía.
Para fastidiar.
Un saludín
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Besos de treinta.