Treinta años de emoción y fantasía


Nunca imaginába aquel joven con el pelo rizado y barba poblada que su pequeña locura llegaría hasta donde ha llegado. Venía de un moderado éxito con una película de adolescentes, ambientada en la época dorada del R'n'R, y de repente, su nombre entró en el panteón de los Dioses de Hollywood.
George Lucas celebra tal día como hoy los 30 años de su criatura, ese niñó mal parido, con tantos problemas en su concepción y el desprecio de sus "tios", los productores y distribuidores, que le auguraban muy poco futuro a la pobre..
Pero Star Wars, La Guerra de las Galaxias en lengua castiza, ha cumplido ya un lustro más del cuarto de siglo, con una envidiable buena salud y con un futuro más que prometedor, aunque de dudoso gusto para los que disfrutamos con la mayor y más emocionante saga galáctica jamás creada.
No tuve el gusto de ver esa primera película en pantalla grande. Las posibilidades de hacerlo en cualquiera de los tres (TRES, casi nada. Y pocos años antes habían incluso más...) cines de Onda esra bastante escasa. De hecho, sólo llegó una de la trilogía original, El Retorno del Jedi, y encima, el día del estreno de V, otra saga mitica. Y además, se quemó la cinta y salimos del cine con media hora de retraso...
Pero la emoción sí la viví en la pantalla pequeña. No recuerdo cuando ni cómo la vi por primera vez, pero sé que el sonido de las fanfarrias de John Williams me cautivó desde el primer momento. La aparición de Darth Vader me sobrecogió (aunque pensándolo bien, no fue hasta el Episodio V, El Imperio Contraataca, cuando realmente lo vi como una figura maligna a tener en cuenta. El Grand Moff Tarkin daba más miedo en esa primera entrega. Era humano, pero cruel, mientras que Vader era malo, porque debía serlo) y la aventura en que se embarca el joven Luke fue objeto de mi fantasía durante mucho tiempo.
Hoy, más talludito (pensándolo bien, cuando estrenaron la película, yo sólo tenía casi cinco años, por lo que tampoco me extraña que no la viera en su momento...), Star Wars es para mi unos de los grandes iconos de la ciencia ficción, pero también de algo más.
Ese hoy llamado Episodio IV: Una Nueva Esperanza es un pequeño capricho que me doy de vez en cuando, ahora acompañado por mi hijo Álvaro, que asiste tan entusiasmado como yo al despliegue de efectos especiales, naves de combate y héroes de dudoso pelaje en el salón de casa, en cualquiera de las tres versiones que tengo de la Saga Original.
Nunca fue una gran película, ni un prodigio de guión, ni un gran trabajo actoral.
Es, ha sido y será, una luz de fantasía y optimismo, un pequeño apunte de grandeza y, reconozcámoslo, que narices, una pedazo de frikada que nos une en una curiosa hermandad que no sabe de razas, colores ni clases sociales que soñamos con volar en el Halcón Milenario, atravesar las trincheras de la Estrella de la Muerte y conocer, aunque sea de refilón, el Poder de la Fuerza.
Un saludín, y feliz cumpleaños, Star Wars.

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