EL SUEÑO DE UNA NOCHE DE TRABAJO

Juan sonrió.
Había comprado un pequeño bajo, empeñándose durante veinte años.
Le costó, pero montó un pequeño negocio, al que su mujer dedicaba todo su tiempo, y él, el que le permitían los turnos de la fábrica.
Por suerte, en dos años, él pudo abandonar ese asfixiante trabajo, y dedicarse al negocio.
En poco tiempo, había conseguido una buena casa, un gran coche, y el respeto de la gente.
No le iba mal...
El sonido de su nombre, graznado por la rota voz del encargado, le sacó del ensimismamiento, y, como todas las noches de esa semana, se sometió a la monotonía de la línea de esmaltado

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