La divina comida

No, no me he equivocado de palabra, ni me refiero al clásico de Dante Alighieri, sino de un plato que ha trascendido del recetario tradicional al panteón de las deidades más poderosas e influyentes de la historia: los espaguetis a la boloñesa.

De tal substancia está compuesto el auténtico creador del Universo, señor y dador de vida, que con sus filamentos de harina de trigo, recubiertos de tomate rayado y bolas de carne triturada, insufló vida en la Tierra, a su imagen y semenjanza.

El Monstruo Espagueti Volador es, sin lugar a dudas, el Dios más extraño que se puede observar en cualquier creencia, y reúne en torno a su imagen, su figura y… sí, su plato, a miles, a millones de personas.

Pero tranquilo. No se trata de ninguna iglesa de esas raras, con origen en los USA, ni tan siquiera una secta de las nocivas, ni siquiera de las que no lo son, pese a ser un culto que surge en el país de los 50 Estados.

La cosa surgió cuando en el Estado de Kansas un tribunal dictaminó que en las clases de biología se debían impartir igual número de horas de la ciencia tradicional, la que contempla la teoría de la Evolución y que los científicos usan como base para sus investigaciones y que nos ha permitido conocer el destino final de los dinosaurios, como funciona el cuerpo humano y todas esas cosillas que, sin ser muy importantes, nos han traído a ser como somos, que de el Diseño Inteligente.

Esta teoría es la que no hace mucho se llamaba Creacionismo, y que defiende que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, que creó el mundo el día 23 de octubre de 4000 a.c., después de la siesta, y que los hallazgos científicos son pura paparrucha que busca hacer de la sociedad un lugar ateo y sin moral.

Contra esta decisión, Bobby Henderson, licenciado de Física por la Universidad Estatal de Oregón escribió una carta abierta, en tono irónico, en la que defendía la idea de la creación del mundo en manos del Monstruo del Espagueti Volador. En su misiva, Henderson pedía que su teoría tuviera el mismo trato que el D.I., ya que, según se desprende de la misma ambas tienen el mismo fundamento, la Fé. Incluso avisó que si no se atendía su demanda, tomaría acciones legales. De hecho, su idea partió de substituir la palabra Dios de los textos creacionistas por Monstruo Spagueti Volador y voilà… Quedaba tan real y demostrable como esta idea. Incluso demostró asuntos tan peregrinos, utilizando la misma lógica aplastante de los creacionistas, como que la polución atmosférica es inversamente proporcional al número de piratas que hay en el Caribe. Ahí es nada.

Esto, tan sólo cinco o seis años antes, habría pasado inadvertido, pero con el poder de Internet, la carta del licenciado voló por todo el mundo, y comenzó a recibir cartas de apoyo. Unos, claro esta, siguiendo la broma, otros, en plan más serio y con los ojos llenos de simbolitos del dólar. Y como esto pasó donde pasó, se destapó la fiebre…

Al poco, comenzó a formarse en torno a la jocosa creación de Henderson un complejo entramado editorial, con un Evangelio oficial, posters, postales, muñecos, lámparas y todo lo que la industria de la franquicia es capaz de ofrecer por unos pocos dólares.

La carta trascendió, se hizo famosa y reabrió el debate sobre la conveniencia de tratar temas teológicos y religiosos en las aulas de ciencia, en lugar de las clases de religión, que es donde se deberían estudiar.

Mientras, en España la legión de internautas se han hecho eco de la religión, que recibe el nombre de pastafranismo y difunden sus mandamientos, siguen los preceptos y difunden la idea de que cada cosa ha de estar en su sitio, independientemente de las creencias de cada uno.

Yo, por mi parte, creo que el asunto de la evolución está bastante claro, y que cada uno piense lo que crea conveniente sobre su origen, y deje a los científicos hacer su trabajo y enseñar lo que tienen que enseñar e investigar lo que tienen que investigar…

Y mientras tanto, voy a mantener un… sabroso... diálogo con el Dios este de los pastafranios.

Me pregunto… ¿será una herejía ponerle algo de queso rayado?

Un saludín

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