El Ministerio del Tiempo: Una reflexión antes del final de temporada


Bueno, una vez más estoy enganchado a una serie de televisión. Una de las pocas veces en que me relajo y me pongo a disfrutar de un rato frente a la televisión es el lunes, cuando se estrena el episodio de la semana de El Ministerio del Tiempo. Es una buena serie y poco a poco va desvelando el misterio que esconden sus personajes.

Pero, como toda serie de viajes en el tiempo, tiene una serie de paradojas que se van creando episodio a episodio y que pueden llegar a empañar un tanto esa buena marcha que tiene la historia. Desde el primer episodio se nos ha dicho que "El tiempo es el que es", es decir, vamos conociendo el presente a medida que avanza y el futuro es una incógnita porque todavía no existe.

Esto estaba bastante bien en los primero episodios, pero a medida que crece la complejidad de la historia, se necesita un reajuste conceptual. Todos tenemos nuestra teorías, y todas parten de una premisa: lo que se nos ha dicho es la verdad. Pero, ay, amigo. si es así, la credibilidad de la serie se hace pedazos.

Comencemos por la existencia de una tecnología muy concreta en el pasado. Todo es tecnología del siglo XXI, del ministerio que conocemos. Es de suponer que el ministerio ha ido aportando a sus funcionarios la tecnología de cada época, así que debe de haber una gran variedad de ella por ahí, perdida por el tiempo.

No cuadra con lo dicho, ya que si se sustituye una tecnología por otra más actual, se reescribe la historia, eliminando la anterior. Es decir, el funcionario siempre tendría la misma tecnología desde su reclutamiento. Se cambia la historia. No a grandes rasgos, pero sí de esta manera.

Esto me lleva a aventurar una teoría. Cada época del ministerio tiene sus agentes reclutados y responde ante su correspondiente versión. Es decir, los reclutados en 1800 responderían ante su versión del mismo y su tiempo correría paralelo a él. Los funcionarios que pasan de una a otra versión, podrían ser reclutados de nuevo por las contrapartidas más recientes de ministerio, abandonando el correspondiente a otra época.  Cosa que, por cierto, no les sentaría muy bien a los funcionarios anteriores...

En cuanto al futuro... En el episodio 7 vemos como el subsecretario de 1844 conoce al de 2015, con el que incluso ha compartido cena de Navidad. Esto quiere decir que es  consciente del futuro. No vale con decir que es el pasado y que una vez establecido el presente, ya es conocedor de él. Él es contemporáneo a su ministerio, por lo que no puede ser consciente del futuro, según sus propias reglas. Para él, todavía no existe.

Pero en este episodio hay una clave importante. El subsecretario conoce el futuro y cuenta con tecnología del siglo XXI para comunicarse con este. Pero los guardias que patrullan por los pasillos del ministerio no lo conocen. Esto deja abiertas varias dudas. 

¿Se trata de un error argumental o hay algo más? Puedo aceptar que existan pequeños fallos en la argumentación. Es muy complicado escribir sobre viajes en el tiempo y es inevitable que se escapen detalles. Pero tan grandes... Mi intuición me dice que esto guarda relación con esos secretos que se guardan en el Ministerio del Tiempo y que serán parte de la trama del final de temporada. Quizá también sean el hilo conductor de esa esperada segunda temporada.

Confío en el equipo de guionistas, y de hecho, el propio Javier Olivares ha dejado ver, en forma de comentarios en Facebook, que podría haber mucho más en la recámara. Lo que ya podemos decir, de manera indiscutible, es que el subsecretario miente. Que hay algo ahí que les preocupa, y mucho. Que el cargo de subsecretario puede ser algo más de lo que esperamos y que vienen curvas. 

Impaciente estoy por ver hasta donde nos conducen. Porque han conseguido crear una serie, no ya de culto, sino con una mitología propia y potente que rivaliza con series llegada de allende los mares. 



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